Doctora en Ciencias Sociales y Jurídicas. Escritora y ex-concejal de la Comunidad Canaria.
"Resulta mucho más fácil echar la culpa a los demás de nuestros males. Asumir la responsabilidad de nuestra existencia exige valentía y determinación."
P_¿Qué consecuencias tiene nuestra raíz cultural en la corrupción política y económica actual?
R_En mi libro La corrupción inarmónica planteo la hipótesis de que la religión y la filosofía han modelado dos visiones completamente diferentes de entender la esencia humana en el Occidente cristiano. Cuestión influyente en que los índices de percepción de la corrupción política y administrativa sean mayores en el sur que en el norte de Europa. Así como en Latinoamérica, heredera cultural de España y Portugal.
Luego, en este ensayo abordo el fenómeno de la corrupción política y administrativa desde un análisis de contenido de multiplicidad de textos ortodoxos y de otros clasificados en su momento de heréticos. El punto de partida es el Antiguo Egipto, sociedad empeñada en preservar la armonía de cada acto. Armonía escenificada mediante la figura de la diosa Maat, la «patrona de los jueces», cuya imagen escogí a la hora de elaborar la portada de mi libro. Deidad que depositaba su pluma en la balanza que pesaba el corazón de los difuntos, para quienes si lograban el equilibrio se abrirían las puertas del paraíso. No obstante, si la pesa se desnivelaba sufrirían el tormento eterno. Labor reemplazada en el cristianismo por el arcángel san Miguel. De manera tal que hoy en día la balanza es el símbolo universal de la ley y la justicia.
Lo que aspiro a demostrar con este estudio es que la corrupción de los países del sur de Europa y Latinoamérica es inarmónica, al no haber asumido el concepto primigenio que entrañaba Maat. Un Occidente esculpido por el cristianismo, quien se autoproclamó heredero cultural del Imperio romano tras su caída en el 476.
Cristianismo que terminó por dividirse en uno católico, donde lo importante es el colectivo, y otro protestante, en el que prima el individuo. Unos países protestantes preocupados por preservar la separación de poderes, mientras que los católicos abogaron por la utópica figura del «rey-filósofo», el cirujano de hierro español. Deseosos de encontrar al Mesías que los salvase de todos los males. Sin embargo, los gobernantes que elegían acababan por moverse en beneficio de sí mismos o de su clan, eternos intérpretes de la triste partitura de la corrupción inarmónica.
Norte de Europa que instruyó a la población en la búsqueda del pneuma griego, es decir, en la perfección personal. Junto con la necesidad de vivir en equilibrio, o sea, según el principio de la Maat egipcia. Conocimiento que se transmitió a través de las sociedades secretas. Además del misticismo de san Bernardo de Claraval, que terminó por perder la partida ante la escolástica dentro del orbe católico.
En consecuencia, los protestantes se decantaron por una postura individualista del ser humano que detecta su conciencia y por lo tanto es capaz de discernir entre el Bien y el Mal. Un individuo que sabe de sus imperfecciones y que trata de mejorarse cada día. Humildad que los encamina a adoptar medidas preventivas frente a la corrupción y a garantizar la separación de poderes esbozada por el masón Montesquieu. De ahí que los países protestantes salgan mejor parados en los índices de percepción de la corrupción.
Entretanto, los territorios católicos mantuvieron una visión colectivista, a la que denominaron inicialmente como res publica christiana. Sociedad compuesta por todos los creyentes en Cristo. De manera que la «Gran Iglesia» equiparó el espíritu con el alma, con la consiguiente condena como herejía del tricotomismo, a partir del IV concilio de Constantinopla en el 870. Herejías que llegaron a ser combatidas eficazmente por la Inquisición. Institución eclesiástica que se alzó como el único canal de acceso al ámbito espiritual y todos aquellos que no utilizaban esta vía para conectarse con lo divino se suponía que habían apelado al Maligno.
Visto que lo capital era mantener al grupo unido hasta la segunda venida de Cristo, la parusía, lo que traería la salvación. Razón por la que se controlaba el mensaje y se tutelaba a los encargados de divulgarlo, los obispos, en pro de evitar cualquier tipo de fricción y con ello hacer peligrar la consecución del objetivo. Motivo por el que el librepensamiento se veía como una amenaza para la requerida cohesión.
Entonces, para los católicos la opción o no de cometer la infracción penal no se realiza a tenor de una convicción propia, sino por miedo al castigo externo. Sujetos en los que predomina el parecer y no el ser, la soberbia en contraposición a la debida humildad. Lo que unido a la concepción idolátrica del poder los aboca a elegir medidas represivas para atajar la corrupción y a enfocarse en hallar un prohombre que los gobierne. Dado que les fue vetado el conocimiento necesario para afianzar su conciencia individual, suplida por una comunitarista. Donde el pensamiento tribal condiciona la actuación de la persona.
Es por ello que los católicos, al carecer de la instrucción en la Maat, sufren de corrupción inarmónica. Aunque en cierto momento sustituyesen a la Iglesia por el Estado, le dieron las mismas connotaciones. Así que las desviaciones en el sistema son mayores que las de sus vecinos europeos. A causa de la incidencia del constructo filosófico y religioso como componente psíquico de la acción.
P- ¿Qué opina de la creencia de que existen poderes ocultos que orquestan al resto de la población? Opinión en auge en estos días, precisamente en aras a esta nueva pandemia que lleva a creer a algunos que está todo planeado para extinguir a parte de la población, presumiblemente excesiva para el planeta.
R_Cada persona dirige su propio mundo. En el Renacimiento Pico della Mirandola redactó un valiosísimo manifiesto de un enorme calado, conocido tradicionalmente como Discurso sobre la dignidad del hombre. Texto en el que describe a un ser humano plenamente libre, facultado para conseguir la mejor versión de sí o la peor. Solo depende de cada cual la elección.
Y es que conferir poder a otros sobre nosotros mismos supondría idolatría, posición en la que únicamente está Dios. Ahora bien, resulta mucho más fácil echar la culpa a los demás de nuestros males. Asumir la responsabilidad de nuestra existencia exige valentía y determinación.
Según el «imperativo categórico» de Kant hemos de dotarnos de unos rectos principios. Convicciones personales que una vez asumidas debemos defender contra viento y marea, sin miedo a las consecuencias y sin esperar recompensas. Porque se puede pecar por acción u omisión. Mirar para otro lado o dejar que algo pase a sabiendas de que no es correcto se muestra igual de malo. Dado que únicamente si cada cual es capaz de perfeccionarse individualmente, la unión de todos conducirá ineludiblemente al avance. Los masones hablan por ejemplo de pulir nuestra piedra para que encaje en el Templo común.
P- ¿Como escritora en qué género literario se desenvuelve mejor?
R_Decía Óscar Wilde: «No existen más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo». Yo he escrito ensayo, ensayo novelado y relatos; pero en todos siempre he querido transmitir un mensaje. Además, he manifestado alguna vez que los escritores anhelamos transformar la sociedad a través de las ideas esculpidas en nuestros libros; sin embargo, son los lectores las que las hacen germinar, sin ellos nada es posible. Y he recordado que una obra sin lectores no es nada más que letra muerta. Por eso da igual el formato, lo importante para mí es aquello que quiero comunicar y cómo puedo hacer que llegue de la manera más nítida posible al receptor.
P- ¿Qué le gustaría lograr cambiar de la sociedad con las ideas reflejadas sus libros?
R_Hay quien afirma que cuando deviene el final de nuestros días vemos nuestra vida pasar en imágenes. Pues yo aspiro a que cuando llegue mi último suspiro pueda afirmar que mi paso por este mundo ha contribuido en algo, por muy mínimo que sea, al perfeccionamiento común. Aquello que los cabalistas llaman el Tikún Olam. Fiel a la premisa de que son las ideas las que lo transforman todo. Absolutamente convencida de que se muestra imprescindible hacer una actividad divulgadora a través de la palabra, ya sea escrita o hablada. Para que quizás esa mítica «Edad del Espíritu Santo» que preconizaba Joaquín de Fiore se pueda materializar, aquella precedida por la libertad y el espíritu. Seres que actúen bajo la premisa del «imperativo categórico» de Kant, sin necesidad de que agentes externos cercenen su potencial progreso. Un desarrollo colectivo que pasa indefectiblemente por el individual.
p- ¿Como estudiosa de la simbología qué le ha llamado más la atención de la simbología celta presente en el norte de España?
R_En mi canal de YouTube desgrano precisamente algunos de estos aspectos simbólicos. Y es que ciertas tradiciones cristianas tienen su reminiscencia en los cultos celtas. Por ejemplo, el origen del Día de Todos los Santos hay que buscarlo en el Samhain celta. La conmemoración del fin del verano que acontecía entre la noche que va del treintaiuno de octubre al uno de noviembre. Momento que coincidía entre la mitad del equinoccio de otoño y del solsticio de invierno. Donde el ciclo luminoso daba paso a otro oscuro. Por lo que durante esa noche la línea que separaba al mundo terrenal con el espiritual se podía confundir. Era un instante propicio para contactar con los familiares difuntos. No obstante, las personas se disfrazaban con pieles de animales para despistar a los malos espíritus y que no pudieran arrastrarlos consigo. Aunque los primeros textos mencionan una celebración de tres días.
Asimismo, la fiesta de San Juan de los cristianos se asemeja al Litha celta. Festejo del solsticio de verano que tiene lugar entre el 20 y el 22 de junio, la llegada de las noches más cortas del año, si nos situamos en el hemisferio norte. Fiestas con las que se pretendía dar más fuerza al Sol, debido a que a partir de ese momento se debilita. Y con tal propósito se encendían hogueras.
Mas esta readaptación de los mitos y leyendas de unas culturas a otras tiene su explicación en la psicología, tal como detallé en mi libro titulado Simbología. Debido a que la mente humana es bastante reacia a aceptar una renovación completa de sus creencias. Por consiguiente, lo usual es que se intenten leves alteraciones. A saber, a partir de los conocimientos y experiencias del propio individuo se añaden elementos nuevos. Es decir, se enriquecen sus concepciones previas; pero no se contradicen. Y de este modo se logra que el sujeto se adhiera fácilmente a la supuesta nueva propuesta.
Porque cabe recordar que el objetivo primordial del cristianismo es la segunda venida de Cristo, la parusía, momento en el que se producirá la salvación. Y para ello era necesario que se convirtieran el mayor número de fieles, según la «teología de la restauración de Israel» defendida por san Pablo. Un número significativo de las distintas naciones de las que prometió Dios a Abraham que lo haría padre (Génesis 17, 5). De ahí que la misión evangelizadora fuera vital.
P- ¿Tras ser concejal en su comunidad canaria cuales son las mayores similitudes y diferencias con la comunidad gallega?
R_En mi obra hago hincapié en ese lado simbólico de la realidad, esa parte oculta que necesitamos desentrañar para acercarnos a nuestra esencia última. Simbolismo en el que se instruyó a las élites políticas del norte europeo dentro de las logias, genuinas academias de formación que potenciaron el progreso de esa región.
Simbolismo que quedó latente en una España oculta accesible únicamente a través de la intuición. La España mística de santa Teresa de Jesús o de san Juan de la Cruz. La España de los alumbrados, férreamente castigados por la Inquisición. La España de un Quijote que soñaba con conquistar la máxima libertad. Libertad que se convirtió en anatema en un país «donde no hubo más que látigo, hierro, sangre, rezos, braseros y humo» como Echegaray sentenció, el primer Premio Nobel español.
Y en esa España vetada para la razón ocupa un lugar preeminente Galicia. Lugar de nacimiento de uno de los principales personajes del esoterismo francés, Papus. Creador de la Orden Martinista, corriente basada en los planteamientos del Filósofo Desconocido. Discípulo de Joseph Alexandre Saint-Yves D'Alveydre, autor de El Arqueómetro. Texto en línea con la prisca theologia proclamada por Marsilio Ficino en la Escuela platónica de Florencia.
Prisca theologia compuesta por las enseñanzas de Zoroastro, de Hermes Trismegisto, de Pitágoras, Platón u Orfeo. Ideas que gracias al advenimiento del cristianismo se alcanzaron a comprender. Un Hermes Trismegisto que según los alejandrinos estaba a la cabeza de la alquimia. Y serían los árabes los encargados de traer este saber desde Alejandría hasta España, documentos traducidos en Toledo y divulgados al resto de Europa por medio de la ruta de peregrinación del camino de Santiago. Una Europa pergeñada alrededor de unas creencias comunes y potenciada por los peregrinos que hacían uso de las antiguas calzadas romanas. Donde Santiago se convirtió en la «Jerusalén de Occidente», localizada en el fin del mundo (Finis Terrae).
Mas hay que resaltar que aparte de estos elementos comunes a los canarios y gallegos nos une la necesidad de emigrar que tuvimos, al no disponer de otra opción en nuestra tierra para prosperar. Los gallegos en un inicio, por ejemplo, a Argentina y los canarios en gran número a Venezuela. Después Canarias fue bendecida con el turismo y tuvimos la opción de permanecer aquí, por eso recibimos con los brazos abiertos a los gallegos. Pues compartíamos los mismos anhelos, empujados a aprender que «uno no es de donde nace, sino de donde paces», como una vez más nos recuerda el sabio refranero popular.
P- ¿Qué tienen en común y en qué más influyeron las sociedades secretas como rosacrucismo, martinismo y masonería?
R_El iluminismo rosacruz fue un esoterismo cristiano. Movimiento que encontró su fundamento en las tesis del abad calabrés Joaquín de Fiore, quien igual que san Bernardo de Claraval, el artífice de la regla de los míticos templarios, pertenecía a la orden del Císter y conocía sus escritos.
Pues no hay que olvidar que san Bernardo defendía una línea de pensamiento dentro de la «Gran Iglesia» receptora de la herencia platónica, quien entendía a Dios a través de la experiencia individual. Corriente que a la postre perdió la batalla teológica frente a la escolástica que se apoyaba en los postulados aristotélicos, cuya pretensión era comprender a Dios por medio de la razón. Tendencia en la que destacó la figura de santo Tomás de Aquino, tomismo que es la filosofía imperante actual del catolicismo.
Sin embargo, san Bernardo de Claraval creía que a Dios hay que sentirlo y solo el Amor conduce a él. La razón se tiene que combinar con la intuición. A saber, lo que para la cábala es la fusión de la sefirá de Biná con la de Jojmá para lograr el Daat, el conocimiento imprescindible para subir hasta Keter. Daat que en las tesis de san Bernardo equivaldría a la Virgen María encargada de trasladarnos hasta Cristo. Ya que cabe reseñar que con él se ensalza el culto mariano, veneración que también contemplaron los templarios. Virgen María que concedió milagrosamente su leche a san Bernardo por la defensa que de ella hizo, es decir, el conocimiento. Sabiduría que, tal como proclamó Salomón, «vale más que las perlas» y a «nada apetecible se le puede igualar» (Proverbios 8, 11).
Esfuerzo constante por acercarse al Señor que inunda al creyente de un gozo continuo. Supeditado a una verdadera introspección para conseguir las deseadas respuestas. Porque como afirmó san Agustín, igualmente platónico: «En el interior del hombre habita la verdad».
Senda de perfeccionamiento en la que prevalece lo espiritual sobre lo material y donde la humildad debe ser la nota predominante. Un sujeto que ha de tratar a los demás como le gustaría que lo tratasen, dispuesto a ayudar al prójimo. Benévolo con los fallos del otro al ser consciente de los propios. Alguien que busca hacer el bien por el bien mismo, sin esperar reconocimiento alguno. Mejora continua que ha de volcar en el ámbito material para potenciar el desarrollo de la sociedad.
Por su parte el místico Joaquín de Fiore se impregnó del pensamiento bernardiano y además dividió la edad de la humanidad en tres etapas. La primera etapa era la «Edad del Padre», la del Antiguo Testamento, donde el individuo vivía atemorizado y permanecía en un estado de esclavitud. La segunda era la «Edad del Hijo», atinente al Nuevo Testamento, aquí la persona pasaba a ser un siervo, todavía necesitaba de un intermediario para llegar al Todopoderoso. Y la última etapa sería la «Edad del Espíritu Santo», donde el sujeto alcanzaría la máxima libertad, capaz de conectar directamente con Dios. La «Edad del Espíritu Santo» estaría dominada por los hombres espirituales. Y sus seguidores añadieron que la Iglesia exotérica de Pedro quedaría sustituida por la de Juan, debido a su predilección por este evangelio.
El arquetipo del «iluminismo rosacruz» sería Christian Rosenkreuz, cuya vida guarda ciertas similitudes con la de Joaquín de Fiore. Fundador de la hipotética «fraternidad del Espíritu Santo». Orden que supuestamente se reunía en «la morada del Espíritu Santo».
De manera análoga, el «iluminismo rosacruz» recibió influencias de la cábala cristiana esbozada por Pico della Mirandola. A lo que se han de añadir los planteamientos alquímicos de Paracelso y el hermetismo divulgado durante el Renacimiento gracias a las traducciones de Marsilio Ficino. Y se ha de resaltar asimismo su especial adoración hacia la Virgen María; en la estela de san Bernardo de Claraval, los templarios o Joaquín de Fiore.
El objetivo del «iluminismo rosacruz» era una regeneración política, educacional e individual. En suma, procurar el pronto advenimiento de la «Edad del Espíritu Santo». Premisas que plasmaron en sus tres manifiestos: Fama Fraternitatis (1614), Confessio Fraternitatis (1615) y Las Bodas Químicas de Christian Rosenkreutz (1616). En consonancia con lo apuntado por san Bernardo de Claraval previnieron de las nefastas consecuencias de entender exclusivamente a Dios a través de la razón, lo que podía derivar en un racionalismo excesivo. Y consecuentemente conllevaría la postergación del aprendizaje experiencial promovido por la mística. Las ideas del «iluminismo rosacruz» acabaron por penetrar en la masonería. Incluso en el Rito Escocés Antiguo y Aceptado el grado dieciocho se denomina justamente Soberano Caballero Rosacruz.
La masonería históricamente se divide en tres etapas. Primero está la masonería operativa que abarca del siglo XIII al XVI. Masones que se congregaban en logias, es decir, lugares de reunión de los constructores que se localizaban habitualmente junto a la obra. Masones que como el resto de miembros de los variados gremios se dotaban de normas internas que regulaban su conducta. Pero cuando la construcción decayó estos grupos comenzaron a aceptar a personas que no pertenecían a ese gremio. Etapa llamada como la de los masones aceptados, que va del siglo XVII a comienzos del XVIII. Y finalmente en 1717 arranca la actual masonería especulativa.
Masonería especulativa donde ya no hay constructores físicos, sino espirituales. Simbólicamente constructores del Templo de Salomón. Entonces el total de los iniciados son aceptados, «adoptados». Si bien conserva el aspecto simbólico de la originaria construcción, las herramientas que ahora posibilitan desbastar y pulir su piedra al masón. Y 1717 corresponde a la fecha en la que se reúnen cuatro logias de aceptados en Londres para crear la Gran Logia de Londres. Corriente de corte teísta, al exigirse a sus integrantes creer en un dios revelado de cualquiera de las religiones del libro. Un aspecto innovador para la época, al poder compartir lugar de reunión cristianos, ya fueran católicos o protestantes, con judíos o musulmanes.
En un Occidente en el que todavía se luchaba por la pervivencia de la res publica christiana, donde en la cúspide se situaba Cristo como sacerdote y rey. Si a esto se agrega la defensa de la masonería por la instauración de los postulados del Estado liberal se entiende su reiterada condena dentro de este contexto. Una época en el que el Antiguo régimen se resistía a morir. Por lo que los poderes establecidos vieron a la masonería como el enemigo a batir. Empeñados en preservar el statu quo para que todo continuara inalterable.
En cuanto al martinismo su figura clave fue Louis Claude de Saint Martin, conocido como el Filósofo Desconocido. Mas él no creó ninguna comunidad, nada más que se reunía con sus más allegados para debatir acerca de temas espirituales. Con los que compartía su preocupación por los graves perjuicios que traería el excesivo «racionalismo», el «materialismo» y su deriva en un «ateísmo» radical.
Sus teorías se levantaban sobre los axiomas cristianos. Debido a que valoraba al «cristianismo» como «la religión de la fraternidad y de la libertad». Pero distinguía el cristianismo del catolicismo y situaba a este último en «la región de las reglas y de la disciplina». Un catolicismo que solo opera «por autoridades e instituciones» y no de modo experiencial como el cristianismo. Si bien estimaba el catolicismo como la instrucción necesariamente «preparatoria» hacia la del cristianismo experiencial. De modo que, una vez asumidos los conceptos enseñados por el catolicismo, cabe que la persona prescinda gradualmente de la religiosidad exterior para practicarla desde su interior. En sí, aplicó la teoría de la «Edad del Espíritu Santo» joaquinita.
El pensamiento de Louis Claude de Saint Martin cabe definirlo bajo la etiqueta de sanmartiano, gira en concreto alrededor de la figura de Cristo. Saint Martin toma de referente al evangelio de san Juan. Como había hecho con anterioridad Joaquín de Fiore. Por ser el más místico texto neotestamentario, salpicado de vestigios gnósticos. Predilección que también albergó el «iluminismo rosacruz» o la masonería.
En sí, Louis Claude de Saint Martin desarrolló la teoría de Martínez de Pasqually, del que llegó a ser su secretario particular. Quien se cree que descendía de estirpe judeoconversa y española, además de padre masón. Creador de una corriente iniciática llamada los Elegidos-Cohen. Movimiento masónico derivado del «rito escocés» y al que agregó componentes alquímicos y de la teúrgia. En la línea espiritual precedente, Pasqually identificó a la persona con un semidios, cuyo deber era retornar al estado previo al momento del pecado original. A saber, conseguir su unificación para llegar hasta el Señor. Pero el Filósofo Desconocido recalca que ese «deseo» de retorno al origen, por parte de la persona, solamente queda constreñido por el «libre uso de sus facultades intelectuales». Quien debe anhelar purificarse. Probidad que consecuentemente acabará por contagiar a su entorno y así espiritualizar la materia.
Conclusivamente, Saint Martin solo instaba al «estudio personal y la introspección», respaldados por «la oración y la meditación». A despertar la querencia interior por llegar hasta Dios, en el anhelo de transformarse en lo que él calificó como «un hombre de deseo». Un individuo que por medio de la «vía cardiaca» obtiene la sabiduría. Pero la Orden Martinista como tal fue creada en Francia por Papus, hacia 1888.
En todo este contexto sumamente cristiano es que hay que entender a todos estos movimientos. Quienes defendían la posibilidad de cada individuo de conectar directamente con el Señor si se esforzaba, mientras la Gran Iglesia hacía valer su papel de necesaria intermediaria como representante del Todopoderoso en la Tierra. Y puesto que Dios nos había hecho libres, solo dependía de cada cual mejorarse. De manera que cuanto más cercano estuviésemos al Creador, mejores seríamos y menos leyes y gobiernos temporales requeriríamos. Por consiguiente, promulgaban una pérdida de poder de las instituciones que hasta ese momento habían regido el designio de los seres humanos.
En el norte de Europa estas ideas permearon, en tanto en el sur se contuvo su entrada. Así que en el norte europeo a partir del mito de la estrella flamígera por parte de los masones o la rosa roja del pensamiento rosacruz proliferaron las logias. Escuelas donde se formarían los ciudadanos que llegarían a ostentar altas cotas de poder. Academias donde se les enseñaban los pilares fundamentales de las democracias liberales y se les instaba a procurar su desarrollo. Centros en los que se instruía a los grados superiores para que combatieran la concentración de poder en manos de unos pocos, por muy virtuosos que estos fuesen. Porque habían asimilado la proclama renacentista de Pico della Mirandola (1463-1494), esbozada en su famoso «discurso sobre la dignidad del hombre». Documento en el que perfiló a un ser humano totalmente libre, sometido únicamente a sus propias decisiones. Libres elecciones que siempre tendrían consecuencias sobre su propia vida, para bien o para mal. Conscientes de que la libertad no es solo un derecho, sino también una responsabilidad. Devotos de la máxima paulina de que «donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad» (2 Corintios 3, 17).
En tanto, en las naciones de raigambre católica el librepensamiento no tenía cabida y el individualismo era perseguido por «la tribu». Todo aquel que desentonaba era rápidamente señalado. Ciudadanía que vivía en la «Edad del Hijo» joaquinita, por lo que requería estar por otros tutelados. De ahí que invocasen reiteradamente al «rey-filósofo», al «cirujano de hierro» para que arreglase todos sus males.
Lo que unido a la condena de la concepción tricotomista del individuo, por parte de la «Gran Iglesia», trajo nefastas consecuencias. Ya que en terminología cabalística los católicos se quedaron en la «tribu», en la sefirá de Yesod. Donde el sujeto requiere de la aceptación del grupo. Se mantiene alienado a otros, a quienes confiere poder sobre él; ergo, comete idolatría. Se asemejarían a los psíquicos de los gnósticos. En contraposición con el protestantismo. Seguidores que ascendieron a la sefirá de Tiferet. Sefirá en la que el sujeto ya se ha independizado, se siente completo consigo mismo y no necesita de otros para realizarse. Conoce sus fortalezas y debilidades. Tiene claro cuál es su objetivo vital. Singularidades propias de las sociedades en las que se fomentó el individualismo. Etapa existencial cuya equiparación tendería a la de los espirituales gnósticos.
Vigo, Diciembre de 2020. Por Ania Casal.